Por las venas abiertas de Bolivia…

Por Walter Reynaga V…

Voces de Libertad: El narcosocialismo del Siglo 21

Los socialistas del siglo XXI, que nos dijeron llamarse “socialismo comunitario” y “suma qamaña” tuvieron el talento de combinar perfectamente ideología marxista, el negocio del narcotráfico y la estrategia fascistoide china para instalarse como “empresariado capitalista”. Y así, lograron extraer de las venas abiertas de Bolivia ríos de Dólares. No fue mérito de los Morales Linera Arce… claro está, la hazaña viene de la mano experta de la oligarquía zurda dueña de Cuba y Venezuela asesorada por la taimada izquierda española y los peritos del Partido Comunista de la China.

Así es, tal como refiere el informe de la periodista boliviana Amalia Pando: “La burguesía azul (versión aumentada y corregida)”, 27-07-2020. Informe del que busqué extraer algunos párrafos notables para ilustrar este comentario, sin lograrlo, porque todo el texto de la A a la Z es notable y digno de ser mencionado y leído una y otra vez. Las revelaciones que trae dan cuenta de impactantes casos, actores, montos y procedimientos de los turbios trajines de los capos políticos en el poder y sus testaferros.

¡Lo sabíamos! Pero otra cosa había sido saberlo con los detalles que refiere este brillante informe periodístico.

Qué pasó con Bolivia ¡Qué está pasando con nuestro país!

¿Qué fuerzas, qué factores, afanes e intereses o ideologías se conjugaron para que Bolivia fuera sometida a este desaforado saqueo en manos de un grupo de buenos socialistas…? Amalia da una pista, habla de “acumulación originaria del capital”.  Y va bien encaminada, porque la historia está dando evidencia de que el modo socialista de producción, soñado por Marx, en la práctica no ha resultando ser otra cosa que un modo pre capitalista, presentado como pos capitalista. Un sistema plagado de retorcidos procesos de acumulación originaria del capital.

Que el Evo Morales y el García Linera, Arce o la Zapata y el “semental amazónico…” y sus afanes… No, es ahí que está la explicación. Estos son la anécdota, los circunstanciales actores de un proceso cuyas razones profundas hubiesen encontrado y puesto a estos o a otros en el rol. La explicación tiene que ir más allá de las mañas y las alimañas, aún siendo estas los operadores y beneficiarios del saqueo.

¡Cómo fue posible…!

De entre el mar de elementos y factores concurrentes en un hecho histórico que involucra a todo un país, como es el caso que enfocamos, seleccionamos un pequeño grupo de factores fundamentales que exponemos por orden de gravitación:

1.

La necesidad de un nuevo proyecto de dominio sobre la región que pudiera salvar la insostenible economía socialista de Cuba, ya en crisis terminal por la caída de la URSS y el “campo socialista”, tal que pudiera acarrear recursos financieros a la isla. Afán que se tradujo en el diseño e implementación del “socialismo del siglo XXI”, que sometiendo a los estados vecinos  posibilitara la extracción de la riqueza que reemplazaría la subvención soviética ya perdida –de ahí el enfoque en Venezuela y su riqueza petrolera–. Propósito al que sumaron una segunda ilusión: darle a la revolución marxista leninista ocasión de revancha. Una nueva era revolucionaria de destrucción del capitalismo. Pero esta vez, ya no una revolución de países pobres, sino un movimiento contundente cargado de recursos. Con mucha plata, con centenares de miles de millones de Dólares para disponer y asegurar el éxito.

Y por si esto fuera poco, por si faltara, se dieron a unir fuerzas con el crimen organizado, también anticapitalista y antiimperialista: el narcotráfico. Al que asumieron como el aliado estratégico capaz de aportar grandes recursos financieros a la causa así como activistas expertos y mercenarios. Es de esta manera que se da vida al  modelo revolucionario narcosocialista, en el que la clase obrera es reemplazada por las huestes delincuenciales como clase revolucionaria.

2.

El sistema político boliviano, que heredero de la colonia feudal asume el poder político como algo puesto para enriquecer a la autoridad. Toda una cultura construida en siglos de práctica sostenida de uso de la autoridad como instrumento de expoliación y extracción de rentas espurias.  La misma que cobra nuevos bríos desde los años 50 del siglo XX conforme se va estatizando la economía a título de “nacionalismo revolucionario” y socialismo, y en la idea de contener el avance del capitalismo. Lo que explica la prosperidad y ampliación de los escenarios de la corrupción en el gobierno, la administración pública, los partidos, sindicatos, juntas de vecinos, universidades y hasta clubes deportivos e iglesias, etc. Una práctica desaforada, pero muy bien organizada que gira en torno al Presidente de turno, su partido y la ronda de arrimados provenientes de las élites tradicionales y de las emergentes. Un afán atrayente para todo aquel que cultiva ambiciones y se aprecia de tener talento, sea de las clases dominantes tradicionales blancoides o de las emergentes indígenas. Cuyos mejores líderes rápidamente se adhieren al afán como aliados de los partidos y caudillos hegemónicos de izquierda y derecha. Tales como un Víctor H. Cárdenas que se pone a órdenes de la oligarquía tradicional de derecha  o un Felipe Quispe que se hace parte y operador de la izquierda oligárquica lo mismo que Evo Morales, prohijados y cultivados por las ONGs –muchas de ellas instrumentos de la iglesia–. Por lo demás, el liderazgo provinciano aymara quechua, ágil de mente, asume también la enseñanza y velozmente se agrega al sistema en procura de también sacarle tajada al negocio… “¡Acaso no somos zonzos!”.

3.

Cuenta también la pobreza y atraso del pueblo boliviano junto al lastre de marginación, el racismo y los rencores remanentes de la colonia feudal. Hablamos del país más pobre y atrasado de Sudamérica. Cuya población, en más del 30% ha preferido emigrar a pesar de ir a sufrir segregación, racismo y hasta esclavitud en los países vecinos. La patria donde cuna y raza todavía definen las posibilidades y la consideración que merecen las personas. Cuya población económicamente activa en un 80% vive empleada bajo formas feudales, como  labrador o pastor en el campo o artesano gremial en las ciudades. Un país de economía marginal de la que la inversión extranjera directa está prácticamente ausente. Ahí donde la juventud debe ir a clases por 17 años para obtener un título profesional que es solo poco más que un adorno social, y la formación productiva una mera apariencia. Donde el estado es el principal empleador del sector moderno, y el empleo algo que los capos del gobierno venden en dólares. El país cuyo sistema económico arrastra el lastre de un vasto sector de empresas públicas, que antes que empresas son botines de saqueo para quienes logran trepar al poder. Donde el Presupuesto General del Estado (PGE) comparado con el PIB significa habitualmente más del 60%. Bolivia, el país donde la práctica del saqueo colonial se ha fortalecido con los afanes por el socialismo, que al ampliar el sector estatal de empresas y el PGE amplían el botín del saqueo hecho por medio de la corrupción.

Paradójico el rol del marxismo revolucionario y socialista en Bolivia, como factor de supervivencia y fortalecimiento de la práctica del saqueo colonial. Mayor función reaccionaria no podrían tener nuestros revolucionarios. Pero ahí están. ¡Diablo, para quién trabajas

4.

La hegemonía de la ideología populista,  que viene cultivada desde los tiempos de la Guerra del Chaco, con el “socialismo militar”, el nacionalsocialismo, los trotskismos y estalinismos cristalizando en el “nacionalismo revolucionario movimientista” y la Revolución Nacional (1952) iniciando una era en la historia del país. A la que la Guerra Fría incorpora los intereses de la URSS, la China y Cuba. Potencias socialistas que entran al ruedo con peso ideológico, activista y financiero operando a través de sus propias filiales partidarias en el país. Afán al que, en postura oportunista, se suma la iglesia propalando consignas socialistas que pegan en el alma ingenua de un pueblo víctima de un pésimo sistema educativo en manos del estado.

Tanto penetra la ideología socialista que logra trasminar el naciente pensamiento de las élites indígenas poniéndolas a su servicio, salvo contadas excepciones. Y no podía haber sido de otro modo con la enseñanza media y universitaria saturada de ideólogos marxistas recitadores de consignas en papel de sacerdotes de la revolución. Un turbio escenario cultivado, junto al manejo mafioso del sistema educativo, que luego de la caída del socialismo real se tiñe de temas posmodernistas de diversa laya e intereses: ecologismos, medioambientalismo, feminismos, abortistas, LGTBs, “matrimonio igualitario”, anti transgénicos y otras cosas no menos imaginativas y caprichosas presentadas como “reivindicaciones populares”, haciendo cuerpo en torno a la izquierda y su rechazo al capitalismo como bandera común. Una tropilla variopinta de activistas que saben bien qué no quieren (capitalismo), pero no tienen idea de lo que quieren para reemplazarlo, tal como revelan sus consignas: “Otra globalización es posible”, “Nada puede ser peor”, etc

5.

Agréguese el próspero negocio ilegal del narcotráfico promovido por el gobierno de Evo Morales a la condición de asunto de dignidad nacional. Una era de prosperidad para el negocio y sus capos así como para sus protectores en el gobierno, 14 años moviendo millonaria y creciente riqueza, involucrando a más y más gente, desde los campesinos cocaleros hasta gente de las élites tradicionales. Cada vez mejor organizado y engranado con el poder político, con los cárteles de la droga mexicanos, colombianos, venezolanos… aportando tecnología y experticia al servicio de la industria ilegal generando una sociedad multitudinaria agregada por intereses en torno a la delincuencia, que va trasminando las instituciones del estado como de la sociedad civil corrompiéndolas.

Es sobre esta realidad, sobre este escenario social, que cae el “socialismo del siglo XXI” como anillo al dedo y se enseñorea sobre el país, ante la idiotizada mirada de la vieja oligarquía, que sospechando de culpas propias, llega a darse también tono socialista al punto de mostrar simpatía con el MAS y Evo Morales, el concesionario operador para Bolivia del negocio llamado “socialismo del siglo XXI”.

No fueron los partidos los que pusieron en fuga a los Morales Linera, sino el pueblo boliviano

Los partidos y líderes de la oligarquía tradicional, de izquierda y derecha, son los responsables de la mísera situación del país y el ascenso al poder de Evo Morales. Incapaces de interesarse realmente en la suerte del país, enfocados en tomar el poder para luego medrar del patrimonio del estado y así enriquecer, jamás desarrollaron una mínima capacidad de interpretación de la realidad y sus problemas. Conformándose con recitar las consignas de moda, dándose de marxistas sin leer a Marx, de liberales sin entender sus planeamientos… siempre listos a ponerse a órdenes de los que desde afuera los convocaran con el atractivo del financiamiento a fondo perdido, viniera de donde viniera.  De donde sus discursos y programas no pasan de ser consignas amontonadas tomadas de lo que por moda estuviera inquietando la sensibilidad de las masas en el escenario global.

Si algo le falta a Bolivia es una élite realmente propia. Porque las actuales no han superado su visión del país como tierra de aventura y riqueza fácil, mientras que las élites emergentes (indígenas y cholas) antes que buscar un camino propio prefieren arrimarse al sistema político y medrar también del negocio rendidor que significa la política. Si algo distinto se ve en este escenario es todavía algo muy marginal y en ciernes.

Quien le hizo frente al poderoso “socialismo del siglo XXI” no tuvo nada que ver con los partidos políticos y sus caudillos hoy afanados por ganar apoyo electoral. Fueron personas, individuos, pequeñas organizaciones populares muchas organizada circunstancialmente, que habiendo sido víctimas o conocido de los atropellos del gobierno socialista tuvieron el coraje de mostrar su rebeldía y encararlo, sufriendo derrota tras derrota. Retornando una y otra vez a expresar su rebeldía a gritos, exigiendo respeto a sus derechos, un poco de justicia y mejores condiciones de vida.

No fueron los partidos, sino los “pititas”. Fueron hombres y mujeres jóvenes, estudiantes universitarios, gente del común que hastiada de los abusos de Evo Morales, que pisó y pasó sobre todo y todos con absoluto cinismo, los que le pusieron un alto. Personas sencillas espantadas por la vitrina socialista venezolana mostrando a sus habitantes expulsados por la miseria de su país, exponiendo hambre en nuestras calles. Hombres y mujeres aterrorizados ante la posibilidad de que el socialista en el poder los arrastrara a la miseria como a los venezolanos –“¡Esto no es Cuba, tampoco Venezuela, esto es Bolivia. Y Bolivia se respeta carajo!”, decía una de las principales consignas callejeras de los “pititas”–.

Fue esta gente, precariamente organizada,  la que le dijo basta al dictador Evo Morales, sosteniendo a pulso heroicas jornadas de protestas y enfrentamiento con la policía, con tal denuedo y sacrificio,  que  por moral terminaron por ganarse las simpatías y finalmente el apoyo de los encargados de reprimirles. Cuyos mandos medios respondieron amotinándose contra sus jefes y el gobierno, precipitando así el proceso de caída de régimen prohijado por Cuba y el narco.

La misma gente que hoy sostiene al actual régimen transitorio a pesar de sus desaciertos y corrupción. La que espera agazapada la ofensiva del narcosocialismo para salirle al frente, sea en las calles o en las urnas, en defensa de la democracia y la dignidad de Bolivia. El MAS no volverá a ganar elecciones nunca más. No por mérito de los partidos y sus caudillos, sino por la voluntad de un pueblo que ama su libertad.

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